jueves, 23 de febrero de 2012

El Socio Silencioso en la Sincronicidad

El Socio Silencioso en la Sincronicidad


Presentamos en el post de hoy el último capítulo del artículo del terapeuta norteamericano Paul Levy titulado, “Catching the bug Synchronicity”, -Pillando la Sincronicidad del Escarabajo. Paul estuvo medicado durante años con un síndrome equivocado de maníaco-depresivo hasta que él mismo entendió lo que le pasaba después de tener varias experiencias trascendentales. Hoy en día se dedica a escribir libros, atender conferencias, a tratar a pacientes y a aconsejar a profesionales de la psiquiatría y de la psicología.
“Un arquetipo sincronísticamente manifestándose en el mundo exterior es un reflejo de que la misma condición está en proceso interno de realización. El exterior, sincronizándose materialmente en el proceso arquetipal interior es un vehículo a través del cual el proceso del arquetipo se actualiza al unísono y en el mismo espacio y tiempo, en el interior y en el exterior.
El espíritu que anima a la sincronicidad, si podemos de hablar de tales materias “inmateriales”, es el mismo que nos inspira en nuestros sueños nocturnos. El espíritu, el mencionado “unus mundus”, o el soñador, el Si Mismo, está soñando nuestros sueños por la noche y en nuestra vida durante el día. El unus mundus soñador, arregla las situaciones en nuestra vida; las microscópicas y las macroscópicas como una forma de sincronizarse que le induce a una mayor alineación con el campo abierto de las posibilidades, tal como nosotros nos refinamos y nos redefinimos día a día. Cuando nos damos cuenta de la naturaleza soñadora de la realidad, el universo se convierte continuamente en un oráculo al revelarnos a nosotros mismos nuestra propia naturaleza.
En una sincronicidad, toma lugar la conjunción de dos principios cósmicos, la psiquis y la materia, en un proceso de intercambio real de atributos. En esas situaciones la psiquis se comporta como si fuera material y la materia como si fuese una expresión de la psiquis. Las sincronicidades son emanaciones del matrimonio sagrado de la alquimia, donde los opuestos de espíritu y materia recíprocamente se informan tal como se unen en un abrazo fuera del tiempo.
En lugar de orientarnos a un solo lado, el espiritual excluyendo el material, o la materia excluyendo a la espiritualidad, Jung sintió que la tarea psicológica-espiritual de nuestro tiempo en la historia es vivir y encarnar la realización de la unidad del espíritu y la materia que los acontecimientos sincronísticos nos están revelando. En lugar del espíritu descender de los cielos, la guía el espíritu está emergiendo y alzándose desde la propia materia para que lo reconozcamos.
Subjetivamente, el fenómeno sincronístico nos evoca una sentimiento de que no estamos solos, que hay un socio silencioso que está compartiendo la vida con nosotros y que sueña lo que nosotros. Es como si hubiera una factor autónomo y profundo que arregla nuestras experiencias para que nos despertemos. Parte de la numinosidad del acontecimiento sincronístico es el sentido de encontrar “el otro completo”, sea dentro de nosotros mismos o fuera en el mundo exterior. Paradójicamente, a través de la sincronicidad nos conectamos a nosotros mismos a través de introducirnos en la otra parte, que nosotros no reconocemos como propia.
Reconocer la matriz sincronística que modela nuestras experiencias nos empodera para ser creativos, cooperativos y socios activos en el proceso de despertar. Cuanto más abiertos estamos a la sincronicidad, más veces nos ocurren ya que las sincronicidades son como símbolos en un sueño, y no están separados del soñador, que es el caso nuestro. En tanto en cuanto reconocemos la naturaleza soñadora de nuestro universo despierto así es como reconocemos nuestra vida como una sincronicidad. Una vez que estamos lúcidos en nuestro sueño y reconocemos que por naturaleza vivimos en un universo sincronístico, el universo no tiene más opción que amoldarse a nuestro estado reflejando nuestra realización en la manifestación propia de la sincronicidad.
Siendo ritos iniciatorios, las sincronicidades nos empoderan para ver la vida sincronísticamente. Ver a través de ojos sinronísticos no tiene nada que ver con recrear una interpretación fabricada sobre los acontecimientos que aparecen en el día a día. Ver sincronicidades es reconocer la web o madeja sincronística que subyace y está entramada a través de nuestra experiencia. Esto es análogo a estar dentro de un sueño y ser consciente del sueño y permitir que se manifieste con mayor profundidad. El cambiar la perspectiva de nuestro sueño no causó que el sueño desapareciera. Similarmente, vivimos en un universo sincronístico y al reconocerlo, le permitimos que se nos muestre a través de la propia sincronicidad.

Las sincronicidades son como “culturas” de otra dimensión que crean y enriquecen nuestra propia cultura. Como un escarabajo en el sistema, las sincronicidades son culturas que viralmente se propagan a través del campo de conciencia, lo que significa que son contagiosas. La conciencia sincronística, la conciencia que reconoce la naturaleza sincronística del universo y se ha vuelto lucida, es algo que podemos adquirir y reconocer unos en otros. Esta conciencia es una invocación y revelación de la “eterna presencia del acto único creativo” en el cual todos estamos inmersos y participando. La conciencia sincronística se actica y se reproduce dentro y fuera del campo, como auto-generadora de la naturaleza, la cual es lo mismo que decir que está naciendo al mundo a través de nuestra conciencia.
Como Jung, podemos ayudarnos a pillar la sincronicidad del “insecto”. Podemos cooperativamente cultivar una web de aliados quienes creativamente atrayendo esa preciosa joya que es la sincronicidad. El campo arquetipal se potencia enormemente cuando nos ponemos “en sincronía” con otras personas quienes también se están despertando al universo sincronístico. Un campo que está lubricado cuando se estimula y estabiliza la lucidez y cuando entramos en resonancia unos con otros y compartimos abriendo nuestros corazones a la conciencia sincronística. Embarcarnos en esta senda actica nuestro genio creativo a una cultura sonde no hay esfuerzo, ni tiempo, y no-local y viralmente transmite y se reitera fractalmente a través del tiempo y el espacio. Compartir acontecimientos sincronísticos magnéticamente atrae al universo hacia ese maravilloso proceso auto revelatorio”.
Image by Phil Thirkell, courtesy of Creative Commons license.
FUENTE:
Paul Levy en youtube



 

La Sincronicidad o la Declaración del Alma

Paradójicamente, las sincronicidades son una materialización viva sin mediación alguna de nuestra parte inconsciente mientras simultáneamente son una manifestación nuestra no localizada que requiere que nos abramos a una conciencia mayor. Siendo un símbolo genuino, las sincronicidades son una declaración del alma, ya que contienen una expresión y unión de los opuestos. Las sincronicidades son el alma en acción. 

ARQUETIPOS
Las sincronicidades ocurren cuando pasamos fuera de nuestra dimensión personal y accedemos a lo que se conoce como la dimensión arquetípica de la experiencia. Si nos embebemos e identificamos con la perspectiva persona-lística, person-alizamos nuestra experiencia imaginando que existimos como una persona aislada del espacio alrededor nuestro. Y así estamos hipnotizados dentro de un punto de vista particularizado que se envuelve en una vida aparentemente autónoma en sí misma, y crea un lazo retro-alimentativo, una profecía auto cumplida. El ser identificado con el punto fijo de referencia del ente separado limita nuestra libertad, atrapa nuestro poder creativo y entorpece nuestra compasión. En el punto que nosotros reconocemos nuestra naturaleza soñadora de la situación, salimos fuera del punto de vista person-alístico y reductivo basado en la causalidad lineal (por ejemplo, la perspectiva de la ilusión de la piel que encapsula al ego) y entramos dentro de una perspectiva más arquetípica en donde nos encontramos jugando papeles más eternos, míticos y divinos del drama encarnacional.
La sincronicidad del paciente de Jung reveló algo no solo sobre su proceso personal y interior sino una revelación de un proceso arquetípico profundo que existe en el inconsciente colectivo. La sincronicidad fue simultáneamente revelando una dinámica que es personal y colectiva al mismo tiempo, es en el momento de estar en el punto muerto que la profunda dinámica arquetípica dentro de la psique se activa y se expresa no-localmente a través de la sincronicidad permitiendo ver el canvas del aparentemente mundo externo, tanto como el mundo interior. Citando a Jung: “el paciente del escarabajo se encontraba en una situación imposible porque el tratamiento estaba en un punto muerto y parecía no haber una salida. Es este tipo de situación lo que constela en la mayoría de las veces al arquetipo.” Lo que es verdad individualmente es también verdad colectivamente cuando nosotros como especie nos encontramos en una situación imposible con un plan sin salida. Es este tipo de dilema lo que constela la sanación y el arquetipo revelador.
Aunque suene como una palabra sofisticada, un arquetipo es algo que experimentamos y sabemos íntimamente desde adentro. Un arquetipo es como un instinto psicológico o un campo informacional de influencia que modela nuestra psique, nuestra experiencia del mundo alrededor y como nos experimentamos. Jung llama a los arquetipos, “los modos típicos de aprensión”. Un arquetipo es como una rejilla subyacente o huella que in-forma y estructura como percibimos, interpretamos y respondemos a nuestra experiencia.
La dimensión personal conforma nuestra experiencia, mientras la dimensión arquetípica simboliza y sueña sobre nuestras experiencias con un acto altamente creativo. Los arquetipos son el factor que crea imágenes en la psique, informando y dando forma a las imágenes en la mente y los sueños de nuestra alma y como tal, insisten en transformarse imaginativamente.
Cuando un arquetipo se activa dentro de nosotros, se constela no-localmente hacia fuera en el campo que nos rodea. Conversamente, cuando un arquetipo es activado en el campo aparentemente fuera, simultáneamente constela y es una reflexión de la misma actividad arquetípica dentro de nosotros. Un campo de fuerzas magnético de un arquetipo activado ordena y organiza un campo entero para que sincrónicamente se auto-organice para encarnar “en forma” al arquetipo. El arquetipo es por tanto, in-form-acción pura. Los arquetipos no-locales ejercen su influencia in-formacional através de un medio super fluido y carente de fricción del inconsciente colectivo mismo. El ámbito arquetípico vaporiza los límites ilusorios -revelando el espíritu-, y construye puentes que median y conectan el interior con el exterior, el consiente con el inconsciente, el sueño y la vigilia.



Las sincronicidades ocurren en momentos de excitación arquetípica del campo, lo que es lo mismo que decir en momentos de crisis, de tránsito y de tensión creativa e intensidad dinámica. Los arquetipos que consiguen activarse por el campo se precipitan al exterior como una expresión sincronística del propio campo al que activan. Los periodos de disturbios de nuestro mundo son ambas una manifestación y un fuelle para un tipo específico de arquetipo de la mente colectiva de la humanidad para dibujarse todo aquello que sincronístacamente se necesita para hacerse visible en forma. Los momentos de estrés, ambos individual y colectivamente, catalizan una sanación mucho más profunda y auto-regulatoria en el proceso arquetipal para despertar dentro de la naturaleza de la psiquis humana que simultáneamente se expresa a través del universo.
Hay una correlación sincronística profunda e íntima entre lo que está pasando profundamente en la mente colectiva de la humanidad y lo que está en juego colectivamente en el escenario del mundo. Justo como en un sueño, lo que está inconsciente se sueña y se dibuja fuera un nuestra día a día. Lo que se despliega en el sueño de una persona es una reflexión de un proceso interno; similarmente lo que se sueña por los seis mil y medio millones de personas en el mundo es una reflexión del proceso interno que ocurre en la profunda mente colectiva de la humanidad.
Cuando un arquetipo sin forma de la mente colectiva está a punto de hacerse consciente y encarnarse, tiene una carga energética que se apodera de la gente, la pone en su camino y la fuerza a actuar para dar la forma concreta. Lo que no somos conscientes y no recordamos, lo sacamos fuera en el mundo.
Como el eje invisible subyacente del esqueleto de un cristal emergente, los arquetipos de la mente colectiva in-forman, modelan y estructuran al propio inconsciente. La dimensión interior arquetípica se revela influenciando y animando nuestro inconsciente, causándonos a actuar dentro y fuera y dar forma al ámbito arquetípico en el teatro del mundo. Y esto nos pasa individual y colectivamente en el escenario del mundo.
Los arquetipos pueden poseer a individuos y naciones. Los arquetipos deslumbran a la consciencia de tal forma que se ciegan en su propio punto de vista. Cuando un arquetipo asume el control de un persona, grupo o nación, se puede decir que son la encarnación o la revelación de la no forma, del arquetipo transpersonal en forma humana. Cuando un ámbito arquetipal encarna, algo de la dimensión eterna e imperecedera, se nos revela como si entráramos en el ámbito del tiempo y la encarnación. Las sincronicidades son revelaciones en la muesca del tiempo.
Lo que no recordamos, no asociamos a nosotros. Nuestro desmembramiento de la experiencia y dis-asociación nos polariza y empodera un reparto proporcional a la proyección fuera de nosotros y la expresión que nos lleva a actuar fuera, en el mundo exterior. Nos convertiremos en esa parte separada e inconscientemente actuaremos fuera en el mundo o lo proyectaremos fuera como un sueño donde lo exterior forma una parte indisoluble con nuestro interior. Es otro forma de decir que el universo consciente es una función de nuestra Conciencia o falta de ella.




 

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