Jacques Lacan en los Escritos subraya que “[…] la posición científica […] está ya implicada en lo más íntimo del descubrimiento psicoanalítico” pero apunta, en 1970 en “Radiofonía”, que la ciencia es “una ideología de supresión del sujeto”. ¿Cómo podemos comprender esta aparente paradoja?
Recordemos que no hay del sujeto si no es a partir del lenguaje; el ser hablante es por este mismo hecho sujeto, pero sujeto no reabsorbible en el lenguaje, y por este hecho dotado de inconsciente. Lo simbólico, en efecto, no da cuenta de todo. El lenguaje desfallece en decir el goce y el sexo. Este defecto es estructural, estando lo simbólico marcado por la incompletitud o la inconsistencia: para definir el conjunto de los significantes es necesario postular una regla que defina este conjunto, por ejemplo “todos los significantes distintos de a”; pero entonces faltará uno, justamente a (incompletitud); y si, a pesar de todo, queremos incluir a, habrá entonces que afirmar que “a es diferente de a”, y por tanto hacer del mismo un elemento no coherente con los demás (inconsistencia).Este sujeto es él mismo un correlato esencial de la ciencia. El psicoanálisis no implica otro sujeto “sino el de la ciencia” apunta nuevamente Lacan en “La ciencia y la verdad”, no siendo éste sino el que inaugura el cogito cartesiano.
Por su doble operación de tabula rasa, de mesa arrasada de antiguos saberes primero, y después de prueba sistemática por la duda, es decir de crítica y de cuestionamiento racional de las certidumbres, Descartes construye un universo que ya no se ordena alrededor del hombre, sino que toma valor de universal, y se funda sobre la física matemática, excluyendo los datos de los sentidos, las formas y las imágenes. En el fondo, Descartes sitúa la disyunción de un real, por demostrar, y de la realidad. Por este paso funda la ciencia, como saber nuevo, erigida en discurso, en respuesta a una crisis de civilización.
Este nuevo saber coloca en una posición dominante a una categoría lógica, la del universal: lo que queda demostrado por la ciencia vale para todos; mas no en el campo de la verdad, sino en el de la exactitud… Eso vale independientemente de la implicación de un sujeto, independientemente de aquello que constituye, para él, su relación con la verdad.
La ciencia no se agobia por la verdad – otra que la formal; la verdad es una categoría propia al sujeto. Es justamente por su no querer saber nada de la verdad como causa que Lacan atribuye a la ciencia su prodigiosa fecundidad. Los oscurantismos constituyen una respuesta a la ciencia: reintroducen el sujeto en una respuesta fuera de la ciencia, la respuesta de la docta ignorancia. De esto, el psicoanálisis es la alternativa; es la respuesta a la ciencia que toma su fundamento en la ciencia misma, a partir justamente de la constatación de que, si la ciencia apunta a forcluir al sujeto, no hay sin embargo ciencia sin el sujeto: ésta fracasa en su tentativa de eliminarlo, “la ciencia se muestra definida por el no-éxito del esfuerzo para suturarlo”, como lo escribe aún Lacan en La ciencia y la verdad.
Este fracaso es estructural. La ciencia depende de lo simbólico. Su falta está relacionada con la falta estructural de lo simbólico. Es esta “falta en el universo” lo que viene a parasitar la ciencia y a montar un escándalo en sus construcciones más elaboradas. Podemos aquí evocar no sólo la referencia de Lacan al teorema de Gödel, sino también aquello que, quizás, nos acerca aún más de las preguntas que preocupan a los matemáticos de hoy en lo que se demuestra en el universo matemático racional, el de la teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel; es una axiomática, y por ello un universo que se plantea explícitamente como excluyendo al sujeto; lo que ahí aparece, sin embargo, es un objeto éxtimo donde el sujeto, justamente y a pesar de todo, podría alojarse: en este universo se cuela y se esconde un conjunto indiscernible, heterogéneo, que forma parte de éste universo, pero no hay un significante específico. Es una especie de parásito inevitable, teorizado por el matemático Paul J. Cohen, quién lo nombró como “lo genérico”: es una versión matemática del mito lacaniano de la laminilla.
Anotemos que es este punto de extimidad el que apunta a captar la topología de Lacan. Esta topología – que forma parte de eso por lo que el psicoanálisis procede de la ciencia – es la del sujeto, es la estructura misma del sujeto, que esta ciencia trata de hecho de forcluir.
La ciencia viene a trastocar la disyunción real-realidad de la que se deriva.
La ciencia primitiva se las había ingeniado para construir y apuntalar esta realidad mediante saberes, es decir puntos de capitonado del significante con los cuales el hombre se esforzó en orientarse y en fabricar por su uso, a su manera, un orden y una estructura. Pero desde el corte epistemológico que supuso la emergencia del discurso de la ciencia, la efracción de la ciencia en el mundo, esta relación de lo real y la realidad sufrió un desplazamiento esencial.
Con la ciencia lo real entró en la realidad. Jacques-Alain Miller ha mostrado como el amo estaba arruinado y suplantado por la alianza del sujeto liberal del capitalismo y del científico; la función de pretil que era la del discurso del amo es desde ese momento puesta en falta por el liberalismo capitalista que permite al sujeto recuperar ese plus-de-gozar. Además el uso que el sujeto liberal hace de la ciencia, la forma en la que pone a trabajar al saber científico, le lleva al punto de remodelar la realidad del mundo – incluida su realidad natural, siendo esto lo que opera el genio genético, por ejemplo.
Y Jacques-Alain Miller concluía que “se toco el discurso del amo, del que el plus-de-gozar no sostiene solamente la realidad en el fantasma, que el fantasma está en todas partes, penetra en lo real”.
Real y fantasma se confunden, y la ciencia integrada al discurso capitalista nos proporciona un plus-de-gozar desregulado. Lacan, en Televisión, señalaba la precariedad de nuestra forma de goce: “que desde ahora no se ubica más que del plus-de-gozar (…)” – de un plus-de-gozar desregulado.
A este nuevo impasse de la civilización que genera la ciencia, la respuesta correlativa, la que toma también su estatuto en la ciencia, es el psicoanálisis. Pero el psicoanálisis implica algo en más, otro saber, que está articulado al deseo.
Si el psicoanálisis se separa de la ciencia en ese punto en que inventa un saber que no es antinómico a la verdad, ya que se funda en la enunciación de un sujeto, el psicoanálisis no es por tener menos vocación de ciencia.
No solamente toma en cuenta el saber en lo real, el saber de la ciencia, sino que debe tomarla en este punto como modelo. Et, de manera aún más evocadora, Lacan, en su “Nota italiana” en 1974, asignó al psicoanálisis “una meta por donde (el psicoanálisis) se igualaría a la ciencia: a saber, demostrar que esa relación [la relación sexual] es imposible de escribir, o sea que por ello no es afirmable pero tanto como no refutable: a título de la verdad.”
A partir de este punto de imposible, el saber que inventa el psicoanálisis, como aquel de la ciencia, tiene la vocación de desplazar el límite, la frontera de lo real y la realidad: “Ese saber no es que sea nada, pues de lo que se trata, es que accediendo a lo real, lo determina de igual manera que el saber de la ciencia”, añade Lacan.
A esta diferencia esencial el psicoanálisis, que se funda en la enunciación y en el acto, si es que debe tomar como modelo a la ciencia, restaura el lugar del sujeto y la dimensión de la verdad, y ahí su discurso constituye una nueva barrera al goce.
(Traducción: Héctor García)
[1] Lacan J. (1966) “Del sujeto por fin cuestionado”, Escritos I, México, Siglo XXI, 2001, pág. 224.
[2] Lacan J. (1973). Psicoanálisis: Radiofonía & Televisión. Barcelona, Anagrama, 1977, pág. 58.
[3] Lacan J. (1966). “La ciencia y la verdad”. En Escritos II. México: Siglo XXI, 2001, pág. 837.
[4] Lacan, J. (1966). La ciencia y la verdad. op. cit., pág. 840. Nota de T: “non-issue” tiene mas, en francés, el sentido de “sin-salida” que de “no-éxito”
[5] Lacan, J. (1960/1964). “Posición del inconsciente”. En Escritos II. México: Siglo XXI, 2001, pág. 818-829.
[6] Miller, J.-A. El banquete de los analistas, Lección del 4 de abril de 1990. Buenos Aires, Paidós, 2001, pág. 309.
[7] Ibidem.
[8] Lacan J., Psicoanálisis: Radiofonía & Televisión. op. cit., pág. 114.
[9] Lacan, J. (1973). “Note italienne », Autres écrits. Paris, Seuil, 2001, p. 310.
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