Genética e ideología.
Dr. Nse. Carlos Logatt Grabner
A todos nos gusta creer que nuestras ideologías son producto de concienzudas reflexiones racionales, conclusiones a las que llegamos luego de haber analizado los datos que nos aporta la realidad en la que estamos inmersos. La conclusión a la que tendemos a arribar es: si pienso así es porque soy dueño de la razón.
Sin embargo, los politólogos siempre han sabido que nuestras tendencias políticas tienen un fuerte basamento en nuestro entorno, familia, clase social de pertenencia, experiencias de la vida propia y de allegados, y de todos los estímulos que recibimos a lo largo de la vida.
En la actualidad se han sumado al interés por este tema nuevas generaciones de psicólogos y neuropsicólogos, quienes comenzaron a preguntarse si no existe además otro factor, hasta ahora oculto que incide en la formación de nuestras opiniones políticas.
Una respuesta a sus interrogantes, fue que entre el 33 y 50% de este tipo de opiniones, están influidas por intuiciones muy arraigadas en nuestra psicología y provienen de la influencia directa de una parte de nuestros genes. Si bien la predisposición genética no genera por si sola comportamientos, puede inducir a que algunos puedan llegar a ser parte de nuestra personalidad, especialmente si se combinan con factores sociales e históricos.
John Jost, un reconocido y premiado psicólogo de la Universidad de Nueva York, cuyos intereses de investigación incluyen los estereotipos, prejuicios, relaciones intergrupales, justicia social, psicología política y la teoría de la justificación del sistema, se ha convertido en una especie de distintivo de los investigadores sobre las diferencias psicológicas entre las personas de espíritu más conservador y aquellos que se caracterizan por ser más liberales o progresistas.
En uno de sus trabajos, en lugar de preguntarles a los participantes si estaban a favor del aborto o en contra de la pena de muerte, considero más relevante interesarse por sus hobbies y hábitos culturales, pudo observar que los progresistas eran más abiertos a la experimentación y diversidad, mientras que los conservadores por lo general buscaban construir vidas más convencionales o mejor organizadas.
En las sociedades basadas en el bipartidismo político, tal como sucede en la norteamericana, Jost opina que no solo están divididos por la clase social a la que pertenecen o por el nivel educativo alcanzado, sino también por su temperamento.
Otro psicólogo estudioso de este tema, es David Pizarro, de la Universidad de Cornell, quien durante muchos años se dedico a mostrar fotos desagradables a diferentes voluntarios, mientras registraba sus reacciones ante las mismas. Su hipótesis que fue corroborada recientemente por un estudio que abarco miles de casos en 121 países, era que las personas que mostraban más desagrado por las imágenes tendían a ser más conservadoras, mientras que aquellos que mostraban niveles de disgusto más bajos tendían a ser más liberales.
Los psicólogos evolutivos, consideran que alguna de estas actitudes están con nosotros desde hace miles de años, adaptándose con cada nueva generación. Un estudio genético, realizado por James Fowler, politólogo de la Universidad de California quien analizó la participación política de hermanos gemelos que comparten el 100% del ADN, arrojó que esta era mucho más parecida entre sí, que la que mostraban hermanos mellizos que solo comparten el 50% de sus genes.
La conclusión de Fowller, es que muchas de las actividades políticas que lleva adelante un ser humano son heredadas y que si bien el entorno sigue teniendo una influencia importantísima, el poder de nuestros genes es muy fuerte.
Estas investigaciones y conocimientos debieran ser conocidos por todos, ya que estos temas suele ser con gran frecuencia causa de discusiones acaloradas que suelen afectarnos a todos y que muchas veces nos conducen a peleas innecesarias con personas a las que queremos, o en casos más extremos puede inducir a violencia tanto individual como social.
Conocer como los genes pueden llegar a influir en nuestras ideas nos ayuda a no caer en excesos y pensar dos veces antes de entrar en discusiones que por lo general no ayudaran a cambiar nuestra manera de pensar o la de los otros. Si bien nuestro código genético seguirá siendo siempre el mismo, podemos modelar su expresión si conocemos su existencia y estamos en contextos que nos lleven a ajustarlo si es necesario a favor de nuestra calidad de vida y de los otros.
Los seres humanos necesitamos conocer nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente) y su relación con el MA (medio ambiente) para conseguir una comunicación que sea bidireccional (te digo - te escucho), pues ella nos permite aceptar la diversidad de pensamientos más allá de las tendencias que nos imponga la genética y la cultura. Este tipo de comunicación genera confianza y nos lleva a la cooperación solidaria que nos permite coordinar acciones que tengan como fin el bien común, más allá de las tendencias personales.
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