“En
1994-1995 hubo una serie de debates entre psicoanalistas kleinianos y
lacanianos. (…) En el curso de las reuniones resultó claro que cada una
de estas escuelas ignoraba en parte y tenía ideas erróneas acerca de la
teoría y la práctica de la otra. (…)
La formación de un psicoanalista lleva muchos años y exige a veces un compromiso considerable. La inversión requerida es enorme, y el resultado suele ser que uno pasa a formar parte de un sistema esotérico, cerrado, que se perpetúa a sí mismo. Pero esta no es una situación inevitable.
La formación de un psicoanalista lleva muchos años y exige a veces un compromiso considerable. La inversión requerida es enorme, y el resultado suele ser que uno pasa a formar parte de un sistema esotérico, cerrado, que se perpetúa a sí mismo. Pero esta no es una situación inevitable.
Una de las consecuencias de este tipo de formación suele ser la falta de autocrítica en el seno de las escuelas.
Quienes rechazan alguna parte del sistema teórico son disciplinados o incluso expulsados. Quien critica puede ver cuestionado su análisis didáctico: se ataca al individuo, en lugar de abordar los problemas que plantea, lo cual evita emprender el examen sin preconceptos de los puntos en debate. (…)
El diálogo verdadero comienza cuando los dos campos pueden compartir sus dudas, incertidumbres y fracasos, en lugar de defender el canon completo de una teoría particular. (…)
Si una parte siente que tiene la Verdad, su sistema, que es absolutista, no le reserva ningún lugar a los ajenos. Tampoco hace lugar a la evolución. El resultado es una especie de fundamentalismo psicoanalítico. (…)
Hay que agradecer a todos los participantes, felicitarlos y albergar la esperanza de que este libro aliente a los psicoanalistas a continuar con estos intercambios.”
(Bernard Burgoyne y Mary Sullivan -comps.-, Los diálogos sobre Klein-Lacan)
Quienes rechazan alguna parte del sistema teórico son disciplinados o incluso expulsados. Quien critica puede ver cuestionado su análisis didáctico: se ataca al individuo, en lugar de abordar los problemas que plantea, lo cual evita emprender el examen sin preconceptos de los puntos en debate. (…)
El diálogo verdadero comienza cuando los dos campos pueden compartir sus dudas, incertidumbres y fracasos, en lugar de defender el canon completo de una teoría particular. (…)
Si una parte siente que tiene la Verdad, su sistema, que es absolutista, no le reserva ningún lugar a los ajenos. Tampoco hace lugar a la evolución. El resultado es una especie de fundamentalismo psicoanalítico. (…)
Hay que agradecer a todos los participantes, felicitarlos y albergar la esperanza de que este libro aliente a los psicoanalistas a continuar con estos intercambios.”
(Bernard Burgoyne y Mary Sullivan -comps.-, Los diálogos sobre Klein-Lacan)
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