En muchas ocasiones hemos recomendado libros y trabajos que creíamos de
interés dentro de esta disciplina psiquiátrica nuestra, dentro de este
contexto sufriente y psiquiatrizado nuestro. Pero en pocas de dichas
ocasiones el trabajo que queríamos reseñar y recomendar nos había
parecido de tal calidad y su importancia de tal magnitud como sucede en
el libro recién publicado por la editorial Grupo 5 titulado Hacia una psiquiatría crítica y escrito por Alberto Ortiz Lobo.
El autor es psiquiatra y ha escrito a su vez diversos trabajos de gran interés, algunos de los cuáles pueden leer aquí, aquí o aquí. Colaboran también en el libro otras plumas autorizadas de la psiquiatría española más crítica y comprometida, como son Iván de la Mata (este trabajo suyo anterior es también imprescindible), Juan Gérvas (autor de cabecera nuestro, por ejemplo por escritos como éste), Vicente Ibáñez y Eva Muñiz.
Hasta donde sabemos, es el primer libro en castellano que revisa de
forma exhaustiva las más actuales críticas a la psiquiatría biomédica
oficial (críticas basadas siempre en diferentes estudios, en un ejemplo
magistral de lo que denominamos en una ocasión, la MBE como herramienta),
así como propone alternativas y caminos a recorrer en busca de la salud
mental, no sólo de nuestros pacientes, sino desde un punto de vista
colectivo, para una sociedad que se está engañando a sí misma (con la
ayuda nada desinteresada de distintos agentes) creyendo que padece mil
trastornos y síntomas, en busca de una felicidad inalcanzable y que debe
buscarse con la última pastilla o la última terapia (y no mirando a los
ojos a quienes provocan o dejan que otros provoquen todas las crisis
que nos atraviesan, hasta que nos saquemos el miedo del cuerpo y se lo
metamos a ellos; pero ésta es otra historia y debe ser contada en otra
ocasión).
El libro de Ortiz, cuyo título completo es: Hacia una psiquiatría crítica: excesos y alternativas en salud mental,
sigue la estela de una corriente de pensamiento crítica hacia diversos
aspectos de la psiquiatría actual: su paradigma hegemónico biomédico y
negligente hacia los aspectos psicosociales, su dependencia de intereses
comerciales de la industria farmacéutica y académicos de los
profesionales, su absorción indiscriminada de todo malestar humano o
social como trastorno mental, con la consiguiente psiquiatrización de
cada vez más aspectos de la existencia humana, su abuso de
intervenciones psicofarmacológicas o psicoterapéuticas menospreciando el
potencial riesgo iatrogénico, etc., etc. Dicha corriente de pensamiento
crítico tiene antecedentes en trabajos de David Healy, Robert Whitaker
o, sobre todo, psiquiatras ingleses en la línea de Thomas, Bracken,
Timimi o Moncrieff, algunos de cuyos trabajos en esta misma línea de
pensamiento pueden leer traducidos al castellano aquí o aquí.
Y el caso es que con la elevación de la apuesta que ha representado el
DSM 5, parece que la liebre ha saltado y son cada vez más los autores
críticos, en mayor o menor medida, con el rumbo actual de la
Psiquiatría, como Thomas Insel, director del NIMH o Allen Frances, Jefe del Grupo de Tareas del DSM-IV.
Ortiz recoge estas influencias en su libro, planteando todas las
críticas necesarias. Y lo hace desde la postura menos dogmática que
pueda imaginarse, con multitud de referencias a estudios publicados en
revistas del máximo prestigio, que hacen ver que gran parte de lo que
nos habían contado (por ejemplo y sin ir más lejos, la industria
farmacéutica, siempre preocupada desinteresadamente por la
formación de los profesionales) no era como nos lo habían contado. Se
nos acusa a quienes defendemos esta postura crítica en ocasiones de
posiciones antipsiquiátricas, buscando la descalificación
inherente a un término problemático. Sin entrar a valorar ahora la obra
de la antipsiquiatría clásica, con autores tan importantes como
Foucault, Szasz o Laing, sí señalaremos que, si se quiere considerar a
Ortiz, a Thomas o a Moncrieff, por ejemplo, como representantes de la
antipsiquiatría sería, en todo caso, de una antipsiquiatría basada en la evidencia,
por la cantidad de trabajos que cuestionan muchas de las teorías y
prácticas de nuestra disciplina (trabajos que no conocerán los
profesionales cuya formación se basa sólo en las charlitas a que les
invita la industria en bonitos congresos por todo el mundo).
Ortiz, no obstante, no se limita a la siempre necesaria crítica, sino
que desarrolla en su obra todo un conjunto de alternativas (prestando
una muy especial atención a la imprescindible participación de los
usuarios, tanto a título individual como colectivo). Alternativas y
caminos por donde debería transitar, en su opinión y en la nuestra, una
nueva Psiquiatría. Una Psiquiatría Crítica.
Recogeremos ahora el índice del libro y algunas citas extraídas del
mismo, sólo como botón de muestra de su contenido y buscando despertar
su interés, dentro de nuestras limitadas capacidades, para conseguir que
lean el libro completo. Les podemos asegurar que el esfuerzo vale la
pena y que la nueva visión que plantea merece ser vista.
1. ¿Por qué hablar ahora de los daños que produce la psiquiatría?
2. Prevención cuaternaria, una actualización del viejo Primum non nocere.
3. Aspectos coercitivos de la psiquiatría.
4. El tratamiento de las personas sanas.
5. Riesgos y limitaciones de la prevención en salud mental.
6. Las consecuencias negativas de producir diagnósticos categoriales DSM / CIE.
7. Iatrogenia de los tratamientos psicofarmacológicos.
8. Los tratamientos psicológicos y sus efectos adversos.
9. Primum non nocere, también en rehabilitación.
10. Narrativas y formulación de casos: más allá del modelo biomédico.
11. La indicación de no-tratamiento.
12. Prescripción juiciosa de los psicofármacos.
13. Alternativas y modelos asistenciales desmedicalizadores.
14. La perspectiva de los derechos humanos en salud mental.
15. Psiquiatría crítica y centrada en las personas.
Ahora, algunas citas entresacadas del libro que nos han parecido, por diversos motivos, especialmente destacables:
"Nos gustaría creer que nuestras intervenciones en salud mental son
técnicas y, por tanto, libres de valores, pero no podemos ser tan
ingenuos como para pensar eso. De hecho, ése sería el peor escenario,
no evaluar nuestra práctica clínica con autocrítica y sano escepticismo
porque pensamos que nuestras intervenciones son neutrales e inocuas y
únicamente conllevan beneficios para los pacientes. Desde luego que cada
intervención particular producirá los efectos adversos propios de la
misma, pero además pueden perjudicar de forma intrínseca por ejemplo,
cuando forman parte de una medicalización de la población, de la
coerción de determinadas conductas o de la discriminación de algunos
sujetos. Los daños están asociados a todo el proceso de atención
clínica, desde las medidas preventivas, el acto de diagnosticar, los
tratamientos psicoterapéuticos, farmacológicos o rehabilitadores que
empleemos y de forma más evidente, cuando utilizamos la coerción. No se
trata de abogar por el pesimismo, la desesperanza o la austeridad
terapéutica, sino estimular el escepticismo y la crítica para delimitar
qué tratamientos son los más eficaces y cómo desarrollarlos sin
perjudicar a nuestros pacientes. No podemos permitirnos en ningún caso
la ingenuidad, la imprudencia o la omnipotencia".
"Un aspecto fundamental que subyace tanto en las intervenciones
coercitivas como en los tratamientos voluntarios deficientemente
informados es el paternalismo. Según esta doctrina el médico posee, no
sólo el conocimiento científico-técnico sino también el juicio moral
para decidir acertadamente lo mejor para el beneficio de su paciente,
sin tener que contar con su opinión. Esto promueve una dinámica
particularmente asimétrica en la relación en la que el papel del
paciente queda relegado a obedecer y confiar ciegamente en el médico que
actúa guiado por el principio de beneficencia en detrimento del
principio de autonomía".
"Curiosamente, los psiquiatras manifiestan actitudes estigmatizadoras
hacia sus pacientes tanto o más que la población general. Los
psiquiatras hablan a los pacientes como si fueran niños, los excluyen de
decisiones importantes, asumen su falta de capacidad de ser
responsables de sus vidas y en las entrevistas puede latir la amenaza,
habitualmente no explicitada de un tratamiento coercitivo".
"Los problemas colectivos del malestar se convierten en un problema de
salud personal, en un conflicto privado. El sufrimiento individual,
resultado de una contradicción social, aparece oculto en el momento que
este sufrimiento es confinado en un espacio técnico-sanitario,
aparentemente neutral. Tanto el neoliberalismo como cierta ideología
psiquiátrica y psicológica coinciden en esta tendencia a ocultar los
problemas sociales detrás de los sufrimientos personales. Se propugna un
reduccionismo psicológico o biológico de fenómenos y realidades que son
mucho más complejas y se empañan otras perspectivas que explican mejor y
de forma más global el sufrimiento de las personas".
"La preeminencia social que han alcanzado la psiquiatría y la psicología
ha convertido a estas disciplinas en una amenaza para la inmensa
mayoría de los ciudadanos, que no tienen problemas mentales y que, a
pesar de ello, pueden exponerse innecesariamente a los tratamientos y
sus efectos colaterales que se propugnan desde una justificación
cientifista, que no científica. No es sencillo mantener una postura
crítica en un escenario dominado por los fabulosos intereses comerciales
de la industria farmacéutica y otras empresas del sector sanitario, los
intereses profesionales de buena parte de los psiquiatras y psicólogos y
en un clima social en el que se reclama la felicidad como bien de
consumo y como un derecho, sin espacio para el sufrimiento, por
necesario y adaptativo que sea. Sin embargo, en estas circunstancias es
cuando más se necesita del compromiso ético de los profesionales para
cuidar a sus ciudadanos."
"El problema con el lenguaje psicológico, independientemente de la
escuela psicoterapéutica, es que se interpretan las características
personales del paciente, su malestar o su relato vital en el marco de un
sistema de creencias orientado a la patología, lo cual puede tener
repercusiones negativas. Incluso en aquellos marcos basados en la
psicología de la salud o dirigidos a "potenciar" al paciente, dotarlo de
nuevos recursos o maximizar los que tiene, éste sigue siendo alguien
deficitario al que un experto le tiene que dar algo que él no alcanza ni
puede conseguir por su cuenta."
"Desconsiderar el impacto negativo que tienen los tratamientos
psicofarmacológicos a largo plazo es una suerte de negligencia sobre la
que tenemos que reflexionar. En la mayor parte de los casos, no se
informa al paciente de estas consecuencias derivadas del tratamiento
psicofarmacológico crónico desde una actitud paternalista en la que se
decide por él y se le priva de sus derechos."
"Es momento de reflexionar también hasta qué punto la práctica
psiquiátrica, la formación y su investigación están enfocadas
definitivamente al cuidado de las personas, y cuánto están al servicio
de mantener los intereses corporativistas de los profesionales, los
intereses económicos de la industria farmacéutica o el mantenimiento de
ciertas instituciones académicas y empresariales."
"En estas circunstancias, se hace imprescindible reivindicar una
psiquiatría crítica que sea capaz de cuestionarse sus prácticas por el
bien de los ciudadanos a los que cuida."
"Hoy en día, la psiquiatría sirve como una tecnología que ayuda a
constituir un conjunto de relaciones de poder en las democracias
liberales avanzadas. La salud mental confiere una ventaja económica, es
vista como una necesidad social y ha llegado a convertirse en un objeto
de deseo personal. Esto ha favorecido la mercantilización de la
psiquiatría por un lado, y su empleo para señalar y discriminar a los
que tienen problemas mentales graves, por otro. Todo esto causa
perjuicios a los ciudadanos y, por ello, tenemos que revisar el poder
que tiene la psiquiatría, los modelos que la apuntalan y los valores que
traen consigo."
"Siempre necesitaremos utilizar nuestro conocimiento del cerebro y del
cuerpo para identificar causas orgánicas de los problemas mentales y
también necesitaremos el conocimiento de la psicofarmacología para
proporcionar un alivio a ciertas formas de sufrimiento. Pero la
psiquiatría incluye un compromiso con la naturaleza compleja de los
problemas de salud mental, un sano escepticismo del reduccionismo
biológico, tolerancia para la intrincada naturaleza de las relaciones
interpersonales y los significados, y la capacidad de negociar estos
elementos de manera que empodere a los ususarios y sus cuidadores."
"La psiquiatría ha de abrirse a la crítica por su poder de retener y
tratar involuntariamente a los ciudadanos. Sin embargo, la
responsabilidad social de cuidar los problemas mentales es una función
esencial de la psiquiatría y no puede ser negada. Así, los servicios de
salud mental tienen que encontrar un precario equilibrio al lado del
abuso y la negligencia."
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